Coco

Coco insistía con que el título no era lo suficientemente explícito.

_Sí, le dije, no te preocupes. Lo es.
_No. No te creas. El lumpemproletariat tiene sus propios códigos y no es tan sencillo acceder a ellos.

Coco tenía una teoría. Decía poder educar a los jóvenes de los barrios marginales con letras que explicitaran claramente, en su propio imaginario, las tensiones diametrales de la existencia. Escribía, por ejemplo: si me dejás guardar este pan en el horno, yo me esmero con el torno.

_¿Qué torno?, le dije.
_El torno, el torno de la fábrica.
_Pero Coco, ¿hablamos del lumpemproletariado o qué? Los pibes del barrio no laburan en una fábrica manejando un torno. Esa es la clase obrera industrial. El sujeto revolucionario por excelencia.
_Esta bien, decía. Es cierto. Pero a ellos les gustaría manejar un torno. El abuelo de alguno de ellos lo hacía.
_Está bien. Vale. ¿Y? ¿Vos, hablándoles del torno, los vas a convencer que entren a laburar en una fábrica? ¿Qué fábrica?
_Es cierto, decía el Coco. ¿Qué fábrica? Pero ya van a abrir alguna y estos pibes van a recordar entonces su vocación proletaria.
_Coco, vos estás mal de la cabeza.
_¿Por qué?, preguntaba impertérrito.

Y me observaba con esa mirada que me obligaba a desviar la vista. ¿Cómo explicarle a Coco? Coco amaba a esos pibes. Ellos, le mostraban el arma para asaltarlo y él, sacándosela de las manos, les daba consejos sobre cómo cuidarla. Mucho aceite, decía. Y dispararla de vez en cuando. Y se las devolvía. Los pibes lo miraban extraviados. ¿Quién es este tipo? Y entonces le pedían la guita y él se las daba. Pero sin creer que lo estaban asaltando. Solo que se la pedían prestada.

_Van a entender, decía. Ya van a entender. Al fin y al cabo, en aquella época, tampoco fue fácil. Pero al final entendieron. Vaya si entendieron.
_Bueno Coco, dale, un día van a entender. ¿Cómo era que le querías poner a la canción?
_Esa almeja necesita mayonesa.
_Y, está claro, Coco, ¿no? ¿Si no, qué? ¿Vení morocho, rompéme el chocho?
_No seas ordinario, decía. No seas ordinario.